Pocas cosas dan más satisfacción que encontrarse a un valencianista por el mundo. Los hay en Albacete y los hay en el pueblo más remoto de Brasil. Los hay en Córdoba y los hay en Eslovenia. Los hay blancos, los hay negros, los hay amarillos.
En cada rincón del mundo hay alguien que vibra con cada partido, con cada ocasión, con cada gol del Valencia. Alguien que siente murciélagos en el estómago el día que juega su equipo, alguien que suspira cuando Alves hace una parada, alguien que salta cuando Alcácer se desmarca hacia el primer palo y con un toque sutil fusila la portería, alguien que se levanta del asiento cuando Otamendi se tira al suelo para robar un balón que parecía imposible, alguien que se emociona cuando ve Mestalla lleno de gente y animando sin parar, alguien que no deja de tener un rayo de esperanza cuando el partido está muriendo y el equipo no gana, alguien que sueña con que por fin se cierre la venta de Peter Lim, alguien que imagina cada día que Parejo levanta la Champions, alguien que siente al VCF como algo más que un equipo de fútbol, como una forma de ser feliz, de enamorarse, de disfrutar, de reír, de llorar, de saltar, de gritar de rabia, de gritar de alegría... De vivir.
Valencianistas de corazón que no pueden ver a sus jugadores de cerca, que no saben a que huele Mestalla, pero que sienten al Valencia como el que más. Murciélagos por el mundo.
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Artículo realizado por Alvaro Benzal Arribas - @ImAlvaroBA
Radio Taronja, hecho por y para valencianistas
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