
El Valencia se desprendió, otro año más, de casi todas sus figuras destinando prácticamente la totalidad de esas ventas a la deuda que tenía con Bankia.
Independientemente del desembolso económico que el Valencia podía permitirse, la planificación de la plantilla no fue la adecuada. Posiciones como la del Media Punta, excesivamente pobladas, con jugadores como Canales, Banega, J. Viera, Jonas o Michel contrastan con carencias en otras partes del campo. Ese año se echó en falta extremos como antaño. Figuras del calibre de Vicente, Mata, el mismo Joaquín... que marcaron la diferencia, la esencia del futbol, el desequilibrio, el desbordar por banda, “el uno contra uno”. Pero tampoco en el mercado invernal, con cambio de Director Deportivo, esas carencias se solventaron. A mi juicio, Rufete únicamente acertó con el fichaje del cuestionado Keita, un jugador que venía de una liga menor y del que todos pensábamos que sus años como futbolista de primer nivel ya habían pasado y que a día de hoy es uno de los “intocables” de la Roma.
Llegó el verano de 2014, llegó Peter Lim, volvió la ilusión, llegaron fichajes de reconocido prestigio y tan sólo la fuga de un talento, Bernat y la salida del capo Mathieu. Con la marcha de ambos se tambalearon los pilares de la defensa ché.
Pero como relata el cuento que da nombre al artículo, el dinero no lo es todo. Seguimos cometiendo los mismos errores que en épocas pasadas. Disponemos de una plantilla con tres laterales derechos, con delanteros jugando de extremos y sin sustitutos para Javi Fuego o Parejo, y aquí un inciso: lo de Alcácer en Granada no debería repetirse.
Fallos pero también aciertos. Tenemos la mejor pareja de centrales desde la época dorada de los Ayala, Pellegrino, Djukic o Marchena. A pesar de su juventud, Mustafi, ya es todo un campeón del mundo y Otamendi es, en mi opinión, el mejor fichaje de los últimos años.
También suenan nombres ilusionantes para el mercado invernal, aunque ningún extremo puro que pueda revolucionar un partido o aportar cosas diferentes en ataque.
Tampoco ninguno capaz de sustituir a los arriba mencionados.
Y sin quererlo, de la fábula del “niño pobre, niño rico” pasamos a la de “pobre niño rico”, que teniendo todos los medios para triunfar sigue sin encontrar la fórmula del éxito.
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Artículo realizado por Agus - @AgusVCF
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